Vinos de Madrid

LA RECUPERACIÓN DE UNO DE LOS PRODUCTOS MÁS APRECIADOS DE LA COMUNIDAD DE MADRID

El vino de Madrid sigue siendo un gran desconocido, incluso para los propios habitantes de la comunidad. Sin embargo, en los últimos años la zona no ha dejado de crecer en cantidad y calidad. Desde los modestos vinos que se comercializaban a granel a principios de los 80 a los actuales vinos de culto de prestigio internacional, el vino en Madrid, finalmente, ha aprendido a creer en si mismo.

Como en toda España, el vino en Madrid tiene detrás de sí una larga historia a la que no hay manera de poner fecha. Aunque los documentos más antiguos de la existencia de vino en la actual demarcación geográfica de Madrid datan del siglo XII, se tienen noticias de que Iberos, cartagineses y romanos ya conocían las técnicas vitivinícolas y las practicaban en nuestra comunidad.

Cuentan desde la propia D.O. que “la producción de vino en Madrid fue cobrando importancia durante los siglos XIII y XIV, en los que comienza a tomar cuerpo la “denominación” Vinos de Tierra de Madrid. Pero también las instituciones municipales, los Concejos, explotaban sus propias viñas. En la ciudad de Madrid, como en otras castellanas, unos oficiales municipales llamados “viñaderos” eran los encargados de la custodia de las viñas del Concejo”. Los vinos madrileños llegan al siglo XV con un aura de prestigio, plasmado ya en citas literarias, como las del Arcipreste de Hita. En la segunda mitad del siglo, la autoridad municipal tuvo que dictar medidas proteccionistas, bien por abundancia de la producción de la ciudad, bien por la venta fraudulenta de vinos de otras procedencias.

En la segunda mitad del siglo XV, comienza también a fraguarse el prestigio de los vinos de San Martín de Valdeiglesias, que perduraría durante los siglos siguientes hasta nuestros días. Juancho Asenjo apunta que “los vinos de San Martín de Valdeiglesias eran especialmente apreciados pues se decía que el viñedo era excepcional Incluso algunos llegaron a calificar el vino de la zona -un blanco que al parecer recordaba al jerez- como “El mejor vino español”. Tanto que son citados con frecuencia en los textos de Jorge Manrique, Francisco de Rojas, Miguel de Cervantes, Juan Ruiz de Alarcón y Lope de Vega entre otros. También gozaban de renombre en aquella época los populares moscateles de Alcalá, Fuencarral o Carabanchel aunque la mayoría de esos vinos se vendían a granel.

Durante el Siglo de Oro el vino de Madrid llegó a ser tan importante como reconocido. Al convertirse Madrid en la capital del reino, la producción y la demanda aumentan espectacularmente. En el SXVII había censadas en Madrid más de 400 tabernas, todas ellas en una ciudad que, como cuenta Paco Catalá, en aquel entonces contaba con “menos habitantes que los que puedan poblar en la actualidad en cualquier ciudad de la sierra madrileña en verano”.

Después, las guerras -todas hasta la civil-, junto a la implacable voracidad de la filoxera, arruinaron vides y vinateros. Han tenido que pasar años y a principios de los 80 del siglo pasado los laboriosos esfuerzos individuales de algunos emprendedores empeñados en recuperar el cultivo de la viña en Madrid comenzaron a dar sus frutos. Parecía que los vinos de Madrid habían empezado a creer en sí mismos y en su potencial como vinos de calidad y desde 1990 funciona, con eficacia, la Denominación de Origen vinos de Madrid y su correspondiente Consejo regulador.

La denominación de origen supuso el espaldarazo a los vinos de calidad. En los inicios La D.O: apenas agrupaba media docena de bodegas y hoy en día son más de setenta las bodegas que se amparan bajo esta denominación que cuenta con 8.528 hectáreas de viñedo inscrito, repartidas en 12.387 parcelas y con 3.038 viticultores que las cultivan. Sólo se mantiene poco más de un tercio de la superficie de viñedo que existía en la provincia hace 40 años. Si tenemos en cuenta la presión que ejerce la realidad urbana sobre el sector agrario, todavía se mantiene una superficie importante de viñedo y muchas familias siguen aún ligadas a esta actividad.

Una de las desventajas que cuenta esta denominación es su heterogeneidad. Bajo el nombre de Vinos de Madrid se engloba una serie de zonas muy distintas y lejanas entre sí: Arganda, El Molar, Navalcarnero y San Martín de Valdeiglesias. Estas zonas tienen muy poco en común y lo único que las agrupa es la pertenencia a la  misma provincia, por lo que se trata más una demarcación política que geográfica. De hecho sus zonas son tan diferentes que incluso en un principio se barajó la posibilidad de crear tres denominaciones diferentes,  aunque finalmente se optó por una zona denominación dividida en cuatro subzonas por lo que no se puede hablar de una uniformidad en los vinos de la denominación.

  • La subzona de Arganda, situada al Sureste de la comunidad es la de mayor extensión, aquí se cultivan las variedades blancas airén y malvar y la tinta tempranillo.
  • La subzona de Navalcarnero, al Sur de la comunidad, es la más pequeña de la D.O. y en esta destacan los tintos de garnacha.
  • La tercera subzona, la de San Martín de Valdeiglesias, en el Sudoeste de la comunidad, dentro de la Sierra de Gredos, se cultivan principalmente la garnacha tinta y la blanca albillo.
  • Por último la zona de El Molar, la situada más al norte de la Comunidad y la última en incorporarse a la D.O donde se cultivan garnacha tinta y malvar.

En un principio las primeras bodegas que aparecieron lo hicieron plantando variedades internacionales como La Cabernet Sauvignon, Merlot o Syrah ya que en este tema la D.O era bastante permisiva y así aparecían otras uvas blancas como  moscatel, airén, parellada, torrontés y viura o macabeo. Era la época de los vinos de alta expresión –que se dejó ver en todo el espectro vinícola español– y de las variedades de prestigio internacional. Pero el tiempo ha dado la razón a los que apostaron por las variedades autóctonas como la garnacha y la albillo, muchas de ellas procedentes de cepas centenarias y en las que los vinos de Madrid han podido plasmar su personalidad e identidad.

Cuando la DO Vinos de Madrid fue aprobada, allá por 1990, algunos vimos en ello una maniobra más política que de reconocimiento de una calidad, que aún no estaba. Apenas unas experiencias pioneras de bodegas como Jesús Díaz e hijos, Viña MaínJeromín, podían justificar la denominación para los viñedos madrileños, que estaban despertando de décadas de graneles. Poco a poco fueron apareciendo los primeros vinos que llamaron la atención de los aficionados como Divo y Asido de Bodegas Ricardo Benito, Los vinos homónimos de Jesús Díaz, Manu vino de Autor de Bodegas Jeromín a los que pronto se sumaron Viñas de El Regajal, Licinia o el Marqués de Griñón grandes bodegas que conviven con otras más pequeñas de producción ecológica y consagradas a producciones de pequeño volumen, pero de gran calidad como Bernaveleba y La Maldición de Marc Isart, Marañones, Las Moradas de San Martín o algunas cuvées del Comando G y por último los más recientes Carlos Sánchez, Miguel Santiago, 4 Monos y Ca’ di Mat que están alcanzando reconocimiento internacional.